De la arquitectura a la joyería de autor
La forma en la que diseño joyas está íntimamente relacionada con la arquitectura, ya que ésta última es una parte esencial de mi actividad e impregna la manera en la que me expreso y entiendo la vida.
La joyería siempre me resultó fascinante, más allá de su extraordinario potencial para transmitir emociones. En especial, su dimensión más personal —presente desde que los primeros hombres empezaron a transformar objetos naturales para mostrar a los demás rasgos de su personalidad— la que me resulta tan estimulante.
De hecho, aunque cambian los materiales y el sistema de manufactura se ha sofisticado ligeramente, el proceso de diseño ha permanecido inalterable a lo largo de los siglos. Y son las mismas emociones las que acaban convirtiéndose en joya.
La travesía desde el mundo de la arquitectura a la del diseño de joyas ha sido emocionante. Me ha sorprendido cómo las claves esenciales que rigen ambas disciplinas pueden llegar a ser tan similares y, a la vez, tan radicalmente diferentes.
Aquí también es esencial conocer los materiales, sus características, limitaciones y ventajas. Y los conceptos elementales son comunes: proporción, espacio, volumen, luz… sin embargo, su dimensión más íntima y la pequeña escala en la que se mueve, hace que los detalles brillen de manera especial.
Siempre me he regido por la máxima del genial arquitecto alemán Ludwig Mies Van der Rohe «Menos es más». Por eso, he optado por materiales sencillos y líneas claras. La plata, la piedra natural, el nácar, la circonita y el cristal son los materiales con los que doy forma a mi inspiración.
Y me gusta pensar que mis diseños van dirigidos a mujeres con inquietudes, que saben lo que buscan más allá de tendencias o modas pasajeras.
Así se hacen las joyas realidad →